Imborrables
Cuando ella se marchó, repentinamente, dando un portazo, era Noviembre y él no supo que decirla. Sentándose frente a la ventana en su viejo sofá, la vio marchar. Cogió un cuadernillo del revistero y se dispuso a escribir…”Puedo escribir los versos mas tristes esta noche…”, pero aquello ya se había escrito antes y él no había sabido encontrar las palabras adecuadas para aquel preciso instante. Arrancando la página, la arrugó entre sus manos y la tiró con rabia al suelo.
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