Cuando abrimos la puerta y encendí la luz, Lisa gritó:
-¡ROJO! ¡Rojo! ¡Odio el rojo! Y aquí todo es rojo, las cortinas, la alfombra… ¡Me voy a volver loca! ¡Me da pánico! ¡Me azota en la cara!
-Yo no sabía… Siéntate, encenderé un fuego y nos calentaremos.
-¡No me dejes aquí sola, Lucía, por favor!… ¡Lucía! ¡¡¡LUCÍA!!! Ven. No hagas bromas… Tengo miedo…
Al día siguiente, encontraron a Lucía muerta con el cuello cercenado y las piernas y brazos desmembrados, mientras Lisa sentada encima de ella con el bisturí lleno de sangre, se estaba tomando un descanso, sonriendo aviesamente.