Archivo de relato de amor

Katia se acerca a Tulum (by La Revoltosa)

Posted in Especial Lamedores, Relato, Relato Libre with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on martes, 18 \18\+02:00 octubre \18\+02:00 2011 by Administrador

Sentía que mi corazón se encogía o agrandaba, no lo se bien, dentro de mi pecho. Llevaba ya varios días angustiada sin saber que hacer con Roberto, pero ya era tarde, eran las tres de la mañana y no había ido a celebrar el nuevo trabajo de Roberto. Ayer le dije solamente “mañana nos vemos”.

Las tres de la mañana y Katia se acerca a Tulum. Sin poder dormir, sin saber que hacer, y ese gesto mecánico de encender la tele me dejaba sin saber que hacer aquel verano. Necesitaba que me abrazara. Ni siquiera un beso de despedida, ni siquiera le devolví su sonrisa. Tenía miedo de que me temblara la voz, de que me temblaran las manos, de no poder dejarle marchar.

Yo contaba con que el mes que tenía hasta incorporarse al nuevo trabajo los pasara conmigo aquí, pero prefirió ir de vacaciones a algún sitio. Solo me dijo que hiciera la maleta y metiera un bañador. Me sorprendió y no sabía si ir o no ir.

Un beso, un solo beso en el portal y me pidió que fuera con el. Vacaciones y luego el a un sitio y yo en el otro. Todo se quedaba en las miradas, las sonrisas intercambiadas durante varias semanas. El seguimiento, discreto, de todas las que se le acercaban. Pero el se iba y ya no volverían aquellos gestos. Solamente pude decirle “mañana nos vemos”, y nos hemos visto. Pensaba que evitándolo me ahorraría la despedida. Pero ya me había despedido sin hacerlo y me sentía mal.

A la mañana siguiente llamé a las chicas y les dije que qué hacíamos con el huracán. No recuerdo quién dijo que hablaría con la agencia para anular el viaje y buscaría alguna oferta en Internet. Encontraron un hotel en Menorca y nos pareció una buena idea.

La Cala en la que estábamos estaba bastante concurrida, pero empezamos a ir caminando a las cercanas que se encontraban vírgenes. Todas calmadas, todas con colores intensos.

Aprovechando que era San Juan decidimos ir a Ciudadella a ver la exhibición con los caballos. Les hacían subir sobre las patas traseras y caminar entre la gente haciendo círculos. Ya, por la noche, aquello se llenaba más y más de gente.

Decidimos irnos cuando de pronto los que estaban mas al centro se retiraron y un caballo se levantó justo a mi lado haciéndome retirar bruscamente tomando impulso con los brazos. Noté que mi mano golpeaba algo y al volver vi cómo un chico con la cabeza hacia abajo estaba sangrando por la nariz y la tapaba con su mano. “¡Roberto!” “¿Qué haces aquí?” Al ver cómo sonreía, con lágrimas en los ojos y todo el rostro cubierto de sangre me quedé sin respiración, contenta de verle, pero al mismo tiempo no pude contener la risa.

El acercar mi mano a su cabeza, abrazándole, juntando mi mejilla a la suya poniendo mis labios en su cara, creo que fue un acto reflejo. En ese momento sentí que le estaba diciendo ya que si a su pregunta de la semana pasada. Ya no podía escapar de nuevo.

Mientras íbamos al hospital, me contó que había pensado que nos fuéramos los dos a Menorca a pasar sus últimos días sin trabajar, ya que yo había cogido las vacaciones. Tenía ganas de descansar y solo deseaba estar conmigo. Sus palabras me emocionaron de tal manera que no pude reprimir besarle la boca. Lo único que lo impidió fue mi propio ansia, ya que al hacerlo le dí con la frente de nuevo en la nariz. Afortunadamente no estaba rota.

Fue cuando me preguntó por algún seguro de viajes. Yo vendo seguros. Me sorprendió y me quedé un poco helada, pensando que aquello ya no tenía remedio. Que ahora que yo ya aceptaba a el se le había pasado todo. Entonces soltó una carcajada y me dijo que lo iba a necesitar si al día siguiente quería ir con el a algaiarens. Me quedé rígida, sin poder moverme pero inmensamente feliz. Fue el quien acercó suavemente sus labios a los míos y cuando ya notaba su calor en mi boca me pidió permiso para hacer una cosa que le apetecía mucho. “Si”-le dije.

Se vino con nosotras, pero las chicas se fueron al hotel y nos quedamos un rato en la cala. No se que dijeron de que llevaban un par de días esperando la actuación de las animadoras del hotel cantando a la Carrá. Nos fuimos a un extremo de la cala y nos sentamos a fumarnos un cigarro. Me sentía muy culpable y le pregunté que como se encontraba. Volvió a soltar una carcajada y me respondió que muy jodído. Yo hice otra pausa de apnea, pero cuando añadió que a 20 kilómetros de su hotel y sin poder volver yo también me reí. Me ofrecí a colarle en la habitación.

Nunca le había visto reír de una forma tan abierta. Es verdad que es muy alegre, pero siempre era tan comedido, tan responsable, que me sorprendía gratamente. Me propuso darnos un baño. Habíamos cambiado los papeles. Normalmente yo era mas espontánea, y de pronto veía pegas porque veníamos arreglados de Ciudadella, sin bañador. El agua estaba caliente. Cuando entramos en el hotel ya había terminado el show de la Carrá. Las otras se habían metido en la otra habitación. Era tarde y decidimos dormir. Yo no pude hacerlo en toda la noche. Cerraba los ojos y estaba quieta. No me atrevía a respirar para no despertarle.

Por la mañana Marta dijo que cogieramos el coche porque Tere estaba con sus días y se iban a quedar con ella. Vi a Tere y le pregunté que qué tal se encontraba y me explicó que le había sentado mal el cubata. Nos acercamos a Rosa que estaba en la tumbona y dijo que qué mala suerte torcerse el tobillo justo con el explótame. Nos fuimos riendo pero sin decir nada.

En el coche seguimos un buen rato de buen humor hasta que de pronto, sin decir nada, los dos guardamos silencio. Empecé a pensar en por qué no le había despedido en Madrid. El, no se en que pensaba. Su silencio me angustiaba, solo podía pensar en qué pensaba el.

Nada mas llegar a las escaleras que bajan a la playa nos volvió la alegría. Ver la playa recta con su fina arena blanca, el agua turquesa, la cala semiabierta… Pasamos el día como si los dos fuéramos uno desde siempre.

Las chicas habían alquilado otro coche porque dijeron que al final se pusieron bien y les daba pena no hacer nada. Para nosotros siguieron cinco días mas como el de la playa. El penúltimo estábamos raros. El se iba a ir para un lado y yo para otro. No se puede congelar el tiempo. No se si merece la pena congelar los recuerdos, pero esos si quedan para siempre. Se que el recuerdo de mi ausencia en su despedida se borrará rápidamente, ya casi ni me acuerdo. No se si sus carcajadas se quedarán mucho o poco tiempo, pero se que me gustó haber sido testigo.

De pronto, volví a sentirme alegre, con ganas de volver a jugar con el en el agua. Y al volverme a mirarle le vi también una gran sonrisa.

Sólo el tiempo dirá si nos separan 800 kilómetros o una hora de avión.