Silencios que matan

Un grito retumbó y rompió el silencio del Ministerio Público:

– ¡Yo lo maté!
– Me haré cargo – le dije a mi compañero.
– ¡Hey tú! ¡Ven acá! siéntate.
– Soy un asesino.
– Cuéntame qué hiciste. – Le exigí.

-Llegué al trabajo y mi hermano me esperaba. Lo saludé, no contestó…. algo sucedía; así que pregunté:

– ¿Pasa algo socio?
– De trabajo nada… Gabriel, hace tiempo que tu esposa y yo nos amamos. Va a dejarte.
– No jodas Arturo, que tengo que entregar las proyecciones financieras para el próximo año, hoy no estoy para bromas.
– No es ninguna broma hermano. Lo siento mucho.

El rostro arrepentido de aquél joven se transformó inesperadamente; su mirada completamente desquiciada me dio un escalofrío que recorrió lentamente mi espalda.

Prosiguió.

– No podía perder a mi esposa, oficial. Ella era lo mejor de mi vida. No podía ser más que una pesadilla. Sin pensarlo dos veces tomé unas tijeras y me abalancé directo a su pecho. Él hizo el intento por zafarse y gritar, pero ya había perforado su garganta y la sangre le chorreaba por el cuello. Salí corriendo de la oficina, tomé mi automóvil, manejé sin parar con dirección a casa, las lágrimas apenas me dejaban conducir, y el arma, aún quemaba en mi mano.

Silencio.

– Continúa – le pedí.

Después conduje sin rumbo por horas, hasta darme cuenta del error cometido, y vine a entregarme.

– Dame el número de tu esposa para avisarle de que estás aquí.
– 39-16-78-05

Cuatro, cinco llamadas. Nada.

– No contesta – le informé.

– Ni contestará…

19 respuestas to “Silencios que matan”

  1. Si, hay silencios que pueden matar… pero hay verdades que acuchillan. ¡Enhorabuena, Omsi!

    Besos

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