LA CORNUCOPIA

Justo a mitad del largo y oscuro pasillo hay un pilar de hormigón. Es el pilar maestro que soporta todo el peso del edificio. Y, allí, está colgada desde hace tres años, cerca del techo la cornucopia, respirando como cada noche desde entonces…

La calle estaba oscura. En invierno, a las 8 y media de la tarde ya es noche cerrada. Y estaba apunto de irme a casa a descansar. Entonces entró una anciana a la tienda. Vestida completamente de negro, con una toca de lana sobre los hombros para cubrirse del frío.

Me habló sin mirarme a los ojos, con la cabeza inclinada  hacia el suelo y  con la voz temblorosa

–¿Me han dicho que usted arregla aquí estas cosas? – y sacó de debajo de la toca una bolsa de tela azul que contenía una preciosa cornucopia antigua de madera que puso encima del cristal del mostrador.

No era muy grande, con unos equilibrados detalles encaracolados y visera curva… Yo la cogí para observarla mejor. Ya estaban casi todas las luces apagadas pero a pesar de eso el espejo reflejó un destello de luz.

Si, necesitaba un buen arreglo. El pan de oro en algunas partes se había caído o se estaba cayendo, en otros se había enmohecido y entre los recovecos del los cuernos había el polvillo negruzco de las telarañas. Un buen arreglo, pero no demasiado complicado. El cristal del espejo… Era antiguo con los defectos típicos de los cristales bañados a mano en nitrato de plata.

— no hay problema, señora—le dije en tono profesional – No es difícil, hay que limpiarla y retirar las laminas viejas de pan de oro y luego ponerla otras nuevas.

–Y ¿un espejo nuevo?—me pregunto todavía sin mirarme.

–Bueno si usted quiere se lo cambio, pero yo no lo haría, este espejo esta nuevo lo que ocurre es que esta hecho a mano, por eso es así. Un espejo de este tipo ahora vale un dineral.

Por fin alzó la cabeza y me miró, sus ojos se clavaron en los míos, y su mirada heló y me paralizó: Tenía unos ojos gris azulados, tan claros que parecían blancos y eso que apenas quedaban luces encendidas en  la tienda

— Haga lo que mejor vea, de todas formas ese espejo no es para mirarse, sino para reflejar la luz—su voz ya no estaba temblorosa y su mirada blanca se clavó en los míos.

Me di media vuelta a buscar un bolígrafo para anotar el encargo y la mujer desapareció…no sentí las campanitas de la puerta que suena al abrirse o cerrarse…pero la anciana ya no estaba allí.

Días después me puse a trabajar en la cornucopia. Empecé a limpiarla con un pincel con gotas de amoniaco, en una semana estaba terminada, con el mismo espejo. No lo cambié.

Pasó más de un año, quizás dos, pero la anciana nunca regresó a recogerla. Pregunté a otros clientes por si alguno la conocía y me podía dar alguna noticia de ella, ninguno me pudo decir nada y yo acabé olvidando la cornucopia en algún lugar de la trastienda.  Hasta que un día  reordenando la volví a encontrar, guardada en la bolsa de tela azul, esperando a su dueña.

Decidí llevármela a casa, y le busqué un sito apropiado en el pilar del centro del pasillo. Si algún día regresaba la abuela, solo tenia que descolgarla y entregársela. Pero nunca ha vuelto… ¿nunca?

En el comedor tengo un sofá, donde descanso un rato después de cenar. Está en un ángulo perfecto desde donde, si la puerta esta abierta se ve perfectamente el pilar y la cornucopia.

Una noche mientras estaba sola y tranquila leyendo, allí sentada, vi un resplandor que cruzó rápido el pasillo. ¡Como un flash!, ¡sentí un escalofrío y me vino a la memoria los ojos de la anciana, grises azulados, del color de invierno!

Pensé que debía de ser la lámpara, se habría movido con un golpe de viento de alguna ventana. Era lo mas lógico

¡No.! La lámpara estaba   apagada, y no había ninguna ventana abierta, un nuevo destello, ¡igual de rápido! ¡Zas! … Espere quieta delante de la cornucopia, ahí colgada tan alta que no llega a reflejar nada excepto  la pared blanca…La observé… ¡¡el espejo se movía!!¡¡Se movía solo!! No como un péndulo hacia un lado u otro, sino de dentro hacía fuera, como un pulso…, como un latido :¡¡ tun, tutun .., tun tutun!!¡Igual que un respiro, igual que unos pulmones que se hinchan y se desinflan. A veces como un suspiro mas profundo, refleja un destello de luz….

Nunca he encontrado una razón con mas o menos lógica, pero no falla, cada noche desde hace tres años la cornucopia sigue allí colgada, respirando, suspirado de vez en cuando… Ya me he acostumbrado, incluso he pensado algunas veces, que si me asomara al espejo no vería mi imagen, sino un corazón o ¿los ojos de la anciana? Nunca me he atrevido. No me da miedo su movimiento rítmico, si no lo que pueda ver dentro…

A veces hay noches que cuando veo latir  la cornucopia  tengo la sensación que es el corazón que alimenta el edificio y el pilar de cemento la aorta que reparte la vida en el hogar. ¡No quiero que deje de palpitar! Por que aquí es donde esta mi vida.

10 respuestas to “LA CORNUCOPIA”

  1. Buen relato ,mezla de razón y locura,felicitaciones.

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