Archivo de Literatura

Sí, señores, sí….¡Volvemos a celebrar!

Posted in Relato Libre with tags , , , , , , , , , , , on jueves, 14 \14\+02:00 May \14\+02:00 2015 by Administrador

400Nuestra Lindastar vuelve a ser parte de la nueva compilación de microrrelatos de Artgerust y su concurso homenaje :400 años de El Quijote.
El libro saldrá a la venta la semana que viene.

Mientras tanto para abrir boca, os dejamos su texto pinchando aquí.

Gracias Linda por darnos tantas satisfacciones.

Enhorabuena.

¡Vamos descorchando ya el brut!

 

COSA DE DOS

Posted in Especial San Valentín, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre, Relato Libre Lindastar, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , on jueves, 27 \27\+02:00 febrero \27\+02:00 2014 by lindasta07

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La naturaleza -en teoría siempre sabia- le había jugado una mala pasada  incluso antes de que sus aún pequeños y rasgados ojos viesen la luz. Aquello, simplemente, había sido un error.

Nada era como debía de haber sido, o al menos así lo creía, y se propuso cambiar el rumbo de su existencia algún día…Sí, algún día lo haría.

No se sentía bien dentro de aquel extraño e incómodo envoltorio. ¿Por qué todos se empeñaban en verlo atractivo y perfecto? Se preguntaba sin obtener una respuesta convincente.

Sabía lo que quería: Deseaba ser feliz, encontrarse. Para conseguirlo debía actuar, con cautela tal vez, pero actuar.  Se pondría manos a la obra para enmendar aquel desatino que le atormentaba y que tanto malestar le producía; lo tenía claro.

Fueron demasiados los años de lucha interna, de dudas puntuales, de miedos, pero también de reafirmación. Tras un proceso duro y arriesgado, amén de largo, llegó el momento…Y lo hizo.

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El resultado fue tan satisfactorio que hoy, echando la vista atrás, sabe que fue la decisión más acertada, a pesar de que muchos jamás hayan entendido la necesidad de ese cambio radical.

Por fin se sentía bien en su piel, se reconocía.

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No buscaba a su otro yo aunque intuía que caminaría por ahí, quién sabe si a miles de kilómetros o tan solo unos pasos más allá. Sabía lo importante: que existía. Debía ser paciente, era cuestión de esperar a que el destino se lo presentara, eso era todo. Cuando una señal luminosa alumbrase su ser, alertándole de que había aparecido esa persona, estaría preparado para abrir las puertas de par en par a esa mitad que, sentía, siempre le faltó.

Apareció antes de lo previsto, por sorpresa. El la recibió como merecía: Besando su cuerpo y entregando su alma.

Era única, realmente hermosa, mucho más de lo que tiempo atrás fue él, cuando aún era ella. Se encontraba bien a su lado, entre otras consideraciones, porque aquella mujer siempre le vio a él, sólo a él.

Su historia comenzó como una amistad que se convertiría, día tras día, en  vital e imprescindible. No faltaron las confidencias a media luz,  las charlas sin fin,  la complicidad,  las miradas furtivas, las manos debajo del mantel y, sobre todo, esa imperiosa necesidad… Necesidad de ser valientes, dar un paso más, de vivir sin prejuicios, de disfrutarse mutuamente, aunque pocos apostasen por ese amor al que demasiados consideraban “extraño”.

Sin pensarlo demasiado, al menos aparentemente, decidieron vivir su historia con naturalidad, porque, a fin de cuentas, es cosa de dos.

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Han pasado varios años -muchos o pocos, según se mire- y, a pesar de todo y de todos, cada día continúan observando el atardecer desde la orilla del mar cogidos de la mano,   jurándose amor eterno porque saben que lo suyo será para siempre.

Él le ama a ella. Ella le ama a él…Al único.

EL QUEBRANTO DE LAIA

Posted in - Fotos origen de los relatos, Especial Lamedores, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre Lindastar, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , , on martes, 11 \11\+02:00 febrero \11\+02:00 2014 by lindasta07

1383442_10202121104622963_973091126_n.jpg DUELE

No existían signos de violencia, tampoco se apreciaban heridas externas anómalas; sin embargo, en el ambiente se percibía un nauseabundo olor capaz de matar a la propia muerte.

Duele ver que los que ayer fuesen unos chispeantes ojos verdes hoy estuviesen bañados por un intenso azul noche y que llorasen en silencio, aunque de manera escandalosa, mientras hablaban de sufrimiento y de intenso dolor.

Ella había llegado a quererlo más que a su propia vida.

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 Laia decidió dejar su Madrid natal con apenas veintidós años y lo hizo con ilusión. Sabía que allá, en su nuevo destino, las cosas serían distintas, tal vez difíciles, pero nada ni nadie consiguió convencerla de que no lo hiciera. Tuvo claro desde niña lo que quería:  Ayudar a los que más lo necesitaban.

La primera vez que escuchó la palabra “mamacita” de boca de un mocoso con un brillo impactante en la mirada,  una amplia sonrisa se dibujó en su  rostro. Se sintió feliz. La maternidad fue una de las cosas a las que había renunciado por propia voluntad. Nunca la echó de menos. En aquellos veinticinco largos años habían pasado por su improvisada aula centenares de muchachitos  a los que siempre consideró como sus propios hijos. Ellos la querían mucho, ella los quería más.

El 23 de octubre – lo de menos es de qué año hablemos- fue un día clave en la vida de aquella mujer que ya peinaba canas y a la que ahora resultaba imposible reconocer porque, desde entonces, ya no reía a carcajadas como acostumbraba a hacer -con o sin motivo- meses atrás.

Cuando se conoció la noticia, el poblado entero se conmocionó. Llegó a destiempo,  probablemente también en el peor de los momentos, y las  circunstancias fueron las que fueron… las que nunca debieron haber sido.

Laia fue la primera en intentar olvidar el varapalo sufrido. Jamás debió adentrarse sola por la selva, era peligroso, siempre lo supo, pero ahora ya no había vuelta atrás:  el mal ya se lo habían hecho.  Por fortuna ahora tenía una edad en la que existían las prioridades, así que intentó olvidar lo ocurrido y decidió  que él  sería su prioridad.

Transcurrieron nueve duros y esperanzados meses. Todo marchaba según lo previsto.

El día amaneció especialmente húmedo, oscuro, triste. Ella sudó como nunca, también gritó como nunca. Cuando llegó el momento, un dolor desgarrador invadió  sus entrañas y pensó: La vida se abre camino.

…No fue así.

«No todos van a ser ángeles»

Posted in - Fotos origen de los relatos, fotoretorelato Lamedor, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre Lindastar with tags , , , , , , , , , , , , , , , on jueves, 21 \21\+02:00 noviembre \21\+02:00 2013 by lindasta07

Como mis vecinos están dispuestos a echar una mano siempre que lo necesito, me veo en la obligación de corresponderles cuando me piden que haga de canguro de su monstruito.

Le propuse a aquel renacuajo que me acompañase a comprar tres cosas al hipermercado.

en mi jardin-¡Quiero ir a ver a papá al cementerio!- gritó.

-No puede ser. Está trabajando allí ahora- contesté tras ignorarle unos segundos.

El mocoso iba unos pasos atrás y empecé a incomodarme. Le recriminé en varias ocasiones su parsimonia porque se acercaba la hora de comer; temía no estar puntualmente sentado a la mesa y mamá se enfadaría.

Al salir del establecimiento me percaté de que Ángel llevaba en el bolsillo algo que abultaba.

-Robar es pecado, ¿lo sabes, enano?- dije. Entre carcajadas burlonas echó a correr con la bolsa de la compra. Tenía tanta prisa que parecía que le persiguiese el mismísimo diablo. <<¡Menudo cabroncete!>>, pensé.

Al girar la esquina lanzó el recién adquirido martillo -repentinamente convertido en letal objeto volador- partiéndome la cabeza en dos. El jodido tuvo buena puntería, caí desplomado, y todo en mí se rompió.

-¡Qué fácil ha sido contigo!- exclamó eufórico- A partir de ahora me entretendré aún más cuando acompañe a papá al trabajo. Prometo no darte unas patadas tan fuertes como las que propino a los otros asquerosos. Esos vecinos nunca me cayeron bien… Bueno, tú tampoco- dijo mientras, entonando extraños cánticos, introducía con endemoniada brusquedad miles de  granos de pimienta en mi nariz y una cabeza de ajos en mi boca entreabierta, que…en mala hora compramos.

DESECHABLE

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BOOTS (2)

Nací para mandar, para dominar. Me gusta sentir que tengo el control, que soy respetada, que nadie ni nada puede subyugarme. Imposible imaginar siquiera lo contrario porque entonces no sería yo, sería alguno de los otros, pertenecería al grupo de los débiles, de los subordinados. Es sencillo: Yo estoy aquí, ellos están allá. Todo tiene que ser tal y como previamente he planificado, no soporto los imprevistos.

El físico es una carta de presentación, para bien o para mal. El mío es el que corresponde a una persona de carácter. Mis rasgos son fuertes y  me satisface exagerarlos. Cuando dejo a un lado el papel de niña buena, ese que tanto aborrezco pero que tengo que ejercer puntualmente de cara a la galería, me esmero con el siguiente  ritual: Cardo con exagerada dedicación mi salvaje melena azabache, maquillo con polvo de arroz un rostro ya de por sí níveo, perfilo mis párpados hasta lograr una peligrosa mirada felina que intencionadamente lo dice todo y, casi para acabar,  doy un toque de rojo carmín a una boca que apenas habla porque no  necesita expresar nada más allá de cuatro ordenes claras y concisas. Continúo la puesta en escena enfundándome en un frío body de látex que se adhiere a mi piel hasta completar mi auténtico yo, y ya para rematar, dejando momentáneamente a un lado el látigo de siete puntas que más tarde se convertirá en una  prolongación de mi ser, calzo mis botas de cuero negro de caña alta y tacón de aguja de veinte centímetros.

Es excitante sentirse superior cuando ellos suplican clemencia lloriqueando bajo mis pies mientras ambos disfrutamos. Son tan dóciles, tan encantadoramente complacientes… Les ajusto una correa al cuello y se dejan hacer. Son tal y como deseo.

No me gustan las concesiones y nunca hasta entonces las había hecho, porque soy la que lleva las riendas, la que mando, pero con él tuve una deferencia… ¡Estúpida de mí, por primera vez me equivoqué!

Soy “Lady DeaDomina”.  A mis amantes les insto a que me llamen así pero al último quise sorprenderle, tal vez porque le percibí más indefenso que al resto, y le permití un par de licencias: La primera, elegir el que sería mi nombre durante aquella noche; la segunda, decidir algo novedoso para ese juego que estaba a punto de comenzar. Su reacción fue encogerse de hombros simulando resignación, algo que me hizo gracia, aunque me contuve y no esbocé ni una sonrisa. Nunca  flaqueo. No me lo permito.

Sean era joven, alto, y delgado en extremo. Parecía muy sumiso. Me gustó.

 Desde el primer momento le indiqué cuales eran las normas, mis normas. La más importante de ellas era que, al igual que todos mis siervos, tenía prohibido mirarme directamente a los ojos.

 Fijando sus pupilas en el suelo y con  un notable  tono de voz masculino mi amante confesó que su fetiche eran las botas. Te llamaré «Boots»- dijo sin dudar. Asentí con la cabeza dando mi aprobación. <<¡Qué poco original va a resultar este último entretenimiento!>> – pensé. Un tanto airada porque intuí que me aburriría con aquel jovenzuelo, encaminé mis pasos hacia la cocina. Él me siguió como todos, como un perro. Una vez allí abrí la puerta de la despensa permitiéndole que señalase algo del armario. No dudó, eligió la miel. Me pareció una buena idea. Cogí un bote y le obligué a esparcirlo por el suelo. Tal y como era de suponer, obedeció. Me situé sobre ese charco amarillento, denso y viscoso, y separé las piernas hasta formar un ángulo aproximado de cuarenta y cinco grados. Mi esclavo comenzó con su trabajo, que no era otro que lamer mientras yo supervisaba su labor. Según las órdenes que previamente le había dado, debía quedar todo reluciente, incluidas mis botas. Era lento, meticuloso, se recreaba y su forma de hacer me estaba poniendo a mil pero, transcurrido un tiempo que me resulta difícil de calcular, vi en su rostro una mueca de desagrado, o tal vez fuese de cansancio, y aquello me enojó. Tras propinarle un número indeterminado de latigazos, tiré con fuerza de la correa -quizás con demasiada fuerza- y fue entonces cuando Sean  incumplió lo pactado. Levantó la cabeza y me miró a los ojos con desafío, algo que me enfadó muchísimo porque nunca antes nadie se había atrevido a desobedecerme.  Estaba claro que con él todo iba a ser distinto.

-No me ha gustado ni lo que has hecho ni cómo lo has hecho, “Boots” – dijo en un tono tan brusco que me encendió aún más.

-No me interesa saber qué te gusta ni cómo te gusta. Odio lo que estás haciendo ahora. Este no era el plan. ¡¡ No vuelvas a poner tus pupilas en las mías o lo pagarás caro!!  Te castigaré y seré dura…Muy dura.-  Intenté zanjar el tema  poniendo a cada uno en el sitio correspondiente: A él a ras de suelo y a mí a veinte centímetros más allá de mi metro sesenta y seis.

Sean, contrariándome una vez más, se puso en pie. Era más alto que yo y sé que con aquel gesto intentó intimidarme. Se confundió si supuso que me iba a debilitar al pensar que aquella partida se me estaba yendo de las manos porque, lejos de hundirme y pensar que mi sirviente había cogido cierta ventaja, me crecí y se reafirmaron mis ganas de triunfo. Continuó retándome y, en un momento dado, osó acercar sus labios aún impregnados en miel  a mi rostro. Comenzó a lamerlo mientras con su mano izquierda tiraba de mi pelo hacia atrás. Me repugnó su acto. Aunque por un lado admiré en silencio su valentía, por el otro, por el importante, deseé matarle. Lo que comenzó como un juego derivó en una especie de lucha entre nosotros en la cual la agresividad y la ira llegaron a su máxima expresión. Él estaba muy excitado.  Me empujó y caí de espalda quedando indefensa y prácticamente adherida al pavimento. Él se abalanzó sobre mí y comenzó a mordisquear con una rabia desmedida cada parte de mi cuerpo buscando  mi dolor físico, pero sobre todo el psíquico…Y me hacía daño, mucho daño, demasiado. La furia se apoderó de mí nublándome la vista, vi todo negro y, por última vez, tiré de su collar…Fuerte, muy fuerte, demasiado fuerte… Ahora la  excitada era yo.

Tras dejar a un lado aquel momentáneo tono  rojizo que tan poco me favorecía,  recuperé mi blancura habitual y los jadeos se transformaron de nuevo en una respiración serena. Él, pobre desgraciado, fue incapaz de hacer ninguna de las dos cosas, así que me quité de encima su cuerpo inerte que, para mi sorpresa, pesaba más de lo que suponía. A pesar de que llegó a confundirme Sean resultó ser, como todos,  un fracasado más.

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Mientras me despojaba de mi auténtica piel una amplia sonrisa se dibujo en mi duro rostro – ahora sí me lo permití- y pensé: Con “Lady DeaDomina» se juega de acuerdo a sus normas, de lo contrario se pierde siempre. Ese es el trato.

 

 

«A SACO»

Posted in Especial Lamedores, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre Lindastar, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on jueves, 19 \19\+02:00 septiembre \19\+02:00 2013 by lindasta07

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Desde el preciso instante en el que entró por la puerta de clase sentí debilidad por ella. Tan insignificante, tan pequeña, tan especial, que resultó ser un objetivo fácil para ciertas alimañas del instituto. Y los otros, los adultos, por desgracia tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias. Todos cerraban los ojos ante lo evidente y ella, que necesitaba de alguien que diese luz a su oscuridad, no encontró ninguna bombilla capaz de iluminar su camino. Yo, aunque lo intenté, tampoco encontré la forma de hacerlo y ése se convirtió en el primer fracaso de mi vida.


A pesar del tiempo transcurrido desde el inicio de aquel curso, recuerdo que no soportaba ver cómo alguna cuadrilla de envalentonados imberbes se burlaba de mi compañera de pupitre. Me resultaba especialmente detestable la actitud de Ricardo, un jovencito con ínfulas de galán de Hollywood que se sentaba una fila más allá y que, conocedor de los sentimientos de una Inés que bebía los vientos por él, la despreciaba a diario con hirientes mofas que unos reían a carcajadas mientras ella lloraba en silencio.


Si bien es cierto que esa chica de semblante azulado resultaba un tanto extraña y que sus estrategias por llamar la atención de su idealizado Romeo eran poco elaboradas, no pasando de la simplicidad de dibujar en una cuartilla voladora un corazón atravesado por una flecha –que, para su vergüenza, a menudo llegaba al pupitre menos adecuado-, creo que no merecía el aislamiento al que la tenían sometida el resto de estudiantes. Era nueva en el centro y nadie favoreció su integración, esa fue la cruda realidad.

 

Inés almorzaba siempre en el mismo rincón del patio, un lugar tan sombrío como ella. Yo era, amén de su manzana, esa esporádica  compañía que, sin hacer ruido, se sentaba  junto a aquella muchacha de largas trenzas de color panocha que contaba sin cesar los dedos de su mano izquierda. La observaba atentamente y me moría de ganas por descubrir el porqué de la que parecía su particular obsesión. Un día la interrogué sobre el significado de aquel gesto que repetía hasta la saciedad y, sin mirarme a los ojos,  dijo que le gustaba imaginar el número de personas para los que su existencia significaba algo, pero que le sobraban dedos… Todos los dedos. ¿Y por qué siempre son los de la mano izquierda, Inés?- pregunté curiosa. Porque son los que están más cerca del corazón- respondió. Escuchar aquello me animó a seguir indagando y, no sin cierto esfuerzo, mi compañera de pupitre se abrió hasta descubrirme el bucle de negros que tenía su vida. Nunca se sintió querida. Nunca fue feliz. Fue a partir de aquella confesión cuando me propuse ser su protectora e intenté evitar que la dañasen. Si nadie merecía sufrimientos extras, aún menos ella.

Pasó la primera semana de curso con relativa tranquilidad pero, a raíz de los resultados de aquel endemoniado trimestre, todo se torció. Inés era estudiosa y sus resultados fueron brillantes, cosa que enfureció a más de uno ya que, según ellos, eso provocaría una subida en el nivel de exigencia por parte de los profesores. Entre todos comenzaron a hacerle la vida imposible, y ella aguantó, y aguantó hasta que ya no pudo más. Resultado: Algo en su cabeza dejó de funcionar correctamente y trajo consigo una peligrosa explosión.

Aquel parecía que iba a ser un día más de otoño aunque a lo lejos se escuchasen ya los pasos de un invierno que venía cargado con una mochila de frío. La mañana estaba desapacible y muy ventosa.  Junto a los pies de Inés se formó un gran remolino de hojas y sobre nuestras cabezas se posaron unas nubes impertinentes y negras. Mal presagio. Ella comía una manzana, como siempre, y contaba sus dedos, como siempre también. Estábamos sentadas en el bordillo cuando Ricardo se acercó y, empleando ese tono chulesco que tanto le caracterizaba, dijo: “Soy tu Adán y comería con gusto tu rica manzana, Sandra. Lo sabes.” Luego, mirando de reojo a una Inés incapaz de separar los ojos de su manzana y del suelo, espetó: “La tuya no, que estará podrida, bicho. ¿Quién podría querer algo de ti,  fea mazorca?”. Ella se transformó al escuchar aquellas duras palabras e inmediatamente levantó su cara -antes de nieve y ahora de fuego- y miró a Ricardo con una mezcla de odio y rabia. Fue rápida, muy rápida, y tardó menos de un minuto en abalanzarse sobre ese ponzoñoso ser para clavarle -con la mejor de las punterías- la navaja que utilizaba diariamente para mondar la fruta que llevaba como almuerzo. Él quedó tendido en el suelo sangrando abundantemente y quejándose como un lobo herido, y ella… Ella, ante el estupor de los allá presentes, se rebanó las yemas de los dedos de su mano izquierda mientras, con las órbitas de los ojos fuera de sí, gritaba una y otra vez: ¡¡Corazón a cero!! ¡¡Corazón a cero!!

Inés fue expulsada del instituto. Nunca más supimos nada de aquella misteriosa muchacha. Siguió la vida, la de todos, incluida la de Ricardo, y quiero suponer que la suya también.

Hoy solo me arrepiento de no haber sido capaz de cumplir la promesa que me hice a mí misma: No la protegí de nadie, ni de ella misma. Y la dañaron. Y se dañó… ¿Mortalmente? Es posible.     

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MARCHANDO UNA DE GIGANTES (por Paloma Hidalgo)

Posted in Colaboraciones, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , on jueves, 18 \18\+02:00 julio \18\+02:00 2013 by Administrador

Deseo mirar atrás,  no lo hago por si la sensación que me embarga es más real de lo que yo misma supongo, y a mis espaldas encuentro algún dinosaurio  procurándose alimento entre las enormes hojas de helecho que me rodean. El fascinante paisaje que se extiende ante mis ojos parece el escenario perfecto para ubicar esas magníficas criaturas que poblaron el planeta, en pleno apogeo del Jurásico.  Solo los trinos de pájaro  me permiten mantener la conexión con el presente, aún así, el miedo a que un herbívoro de proporciones desmesuradas aparezca

Sigue latente.

 Respiro un aroma intenso, mezcla del  olor resinoso de la madera roja y esponjosa de las secuoyas con el frescor del musgo que crece  en los recovecos húmedos de las raíces. Es una de las experiencias más impactantes que jamás he vivido. Con los pulmones llenos, disfruto del espectáculo que la luz del sol, que aún no ha alcanzado su cénit me brinda. Sus rayos, tamizados por las ramas más altas, inciden en la corteza de los troncos desmesuradamente grandes e iluminan el bosque, una luz alizarina me envuelve con su magia y me llena de paz. Voy sembrando mis recuerdos con cada paso que doy en esta Senda de  Gigantes, entre estas secuoyas que se yerguen ajenas al paso del tiempo como inmensos universos enraizados, que guardan entre sus acículas las historias que el viento les ha susurrado. Estoy en  el Secuoya National Park, en el sur de la Sierra Nevada californiana.

 

Estremece pensar que cuando Cleopatra y Marco Antonio gobernaban el mundo, algunos de estos árboles ya contaban con unos cuantos cientos de años, varios de estos árboles sobrepasan los 2200 años; aunque no son los más viejos del planeta. Esos son los Bristelcone pines, unos jovencitos de más de cuatro mil años…

No, dinosaurios no se cruzaron en mi camino, pero sí otros animales; la naturaleza ha encontrado en ese Parque Nacional Sequoia_sempervirens_Big_Basin_Redwoods_State_Park_1un refugio estupendo. Y prueba de ello son los osos que pude ver en las llanuras herbáceas que se salpican entre los bosques de mis admirados gigantes; y los ciervos, los Mule Deer; y las ardillas terreras, y las ardillas listadas, las marmotas, los hermosos pájaros azules o Steller’s Jay…Es un paraíso para los que como yo crecimos con Félix Rodríguez de la Fuente.

 

En Grant Grove, una de las arboledas más llamativas que se pueden ver por aquí, vive el Monarca (a las secuoyas que tienen más de 2000 años las denominan así) que otorga el nombre al lugar: El General Grant, el Christmas Tree por excelencia, que con sus ochenta y dos m. de altura  es el tercero en el medallero de gigantes. El primer premio se lo lleva otro general, el Sherman con ochenta y cinco. Y como sé que a alguien le habrá sobrevenido la duda, os confirmo que afortunadamente no todos tienen a un general por patronímico: están también Las Tres Gracias, el Bachiller, el Grizzly, entre otros muchos.

Vamos, que aquel que quiera saber lo que se siente siendo hormiga, siendo pequeño y más que pequeño, lo puede experimentar a los rojos pies de las secuoyas.

 

CICATRICES DE PAYASO

Posted in Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre Lindastar, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , on miércoles, 5 \05\+02:00 junio \05\+02:00 2013 by lindasta07

-Mi vida, mañana nos volveremos a ver. Lo prometo- eran las esperanzadoras palabras que ella me dedicaba cada noche al despedirnos. Y así fue hasta que dejó de serlo. Coincidimos mientras quiso; ni más, ni menos.

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Marcando el terreno.

Hubiese reconocido el perfume que emanaba por cada uno de los poros de su piel aún careciendo de olfato. También hubiese podido distinguir su luz aún siendo ciego. Esa fría dama de humo rojo y caliente entrepierna me cautivó sin concesiones desde el primer instante. Su simple presencia me hipnotizaba. Imposible olvidar cualquier detalle, por pequeño que fuese porque, para mí, todo en ella era único, inconfundible, especial. Yo lo sentía así.

Alice supo tatuar su esencia sobre mi pecho como ninguna otra había sido capaz de hacerlo hasta entonces. Ese fue su acierto y esa terminó por convertirse en mi condena.

Me dejo atrapar.

Aquellos encuentros de neón, de ambiente cargado y de exceso de alcohol, enturbiaron mi mente y -como no podía ser de otra manera- despejaron mi, ya de por sí, lacrimógena cartera. Copa a copa, promesa a promesa, caí irremediablemente en su tela de araña. Resulté ser una presa fácil y me enredé mortalmente. Ella, con gran habilidad, aprovechó su momento y  me engulló. Yo me dejé  hacer.

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Por aquel entonces hubiese puesto la mano en el fuego tanto por Alice como por mí. Sentía la nuestra como era una verdadera historia de amor. Siempre fui un ingenuo, un iluso y un soñador. Es demasiado tarde para  lamentos, lo sé, pero creí en ella y deseaba la exclusividad.

Adiós a la venda.

El día en el que deseé morir me comentaron que un descapotable la alejó de aquí, también de noche, sin hacer ningún ruido, en silencio. “Así es como han de hacerse estas cosas, amigo” dijo un tipo duro cuando pregunté en el local por mi niña mientras, dándome una palmada en la espalda llena compasión,  ese tipo hizo que bajase de mi nube y pisara tierra firme.

Tengo la percepción de que ha pasado demasiado tiempo desde aquella  huida aunque, echando la vista atrás, no sea del todo así. Tan solo han pasado un par de meses  desde que se fue pero para mí han sido dos siglos de soledad.

Soy consciente de que mi compañía solo representaba para mi bella dama de hielo una posibilidad de escapatoria, una de tantas y, con toda probabilidad, no la mejor pero sí la más visible, amén de accesible.

A partir de aquella dolorosa revelación todo cambió y abrí los ojos a mi nueva realidad. Después de descubrir que nada de lo nuestro resultó ser lo que parecía, decidí cambiar el rumbo de mis sentimientos y comencé a engañarme.

Nunca más supe de ella. Rompió su promesa e hizo añicos mi corazón.

Confusión.

Apoyado en la barra de otro local aparentemente idéntico a aquel en el que conocí a la que hoy se ha transformado en mi tormento, infestado de almas desesperadas y de cuerpos tan sedientos como el mío, doy ese penúltimo trago largo mientras quiero ver a Alice en el escote de Lucía, o en el culo de Charlotte, o en el rostro de cualquier otra. Misión imposible. Para bien o para mal ninguna logra enredarme, y mucho menos, atraparme.

Todo da vueltas a mi alrededor y ella continúa revoloteando tanto en mi estómago como  en mi cabeza. Sigo bebiendo no sé si para olvidar, para perderme voluntariamente, o para cerrar esa cicatriz que aún tengo abierta y que me duele demasiado.

Veo mi futuro demasiado turbio.

En lo más hondo.

Desde que tengo uso de razón- y de sinrazón también- he sido un eterno entusiasta del amor y es por eso por lo que, en el fondo, sigo esperándola. No logro arrancarla porque echó poderosas raíces y la siento como parte de mí. Desearía que todo me diese igual, quisiera borrarla de mi mente, pero no es así. La añoro.

Pudimos haberlo tenido todo y sin embargo…Me siento un payaso.

¿Será consciente Alice de la profundidad de mis sentimientos? ¿Existirá en su vocabulario la palabra “amor” o solo existirán palabras como: “entretenimiento”, “interés” y “juego”?, me pregunto mientras la imagino rasgando, para más tarde devorar, otro incauto corazón o, tal vez, varios. Simultáneamente. Sin piedad.

Y en lo más profundo de mi ser, me alegro por… No, no me alegro, sufro lo indecible. Deseo morir. Deseo matar.

Sin rumbo.

Noche tras noche necesito tomar varios tragos porque he de ahogar mariposas.

-Mi vida, mañana nos volvemos a ver. Lo prometo- balbuceo al oído de la primera desesperada que me hace caso repitiendo, sin ningún convencimiento, esas palabras que aún me duelen y que soy incapaz de olvidar…Y ellas me creen. Como yo que, pobre desgraciado, creí en Alice.

«A MIS PIES, CABALLEROS»

Posted in Especial Lamedores, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre Lindastar, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on miércoles, 8 \08\+02:00 May \08\+02:00 2013 by lindasta07

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Una vez escuché decir a un agricultor que abril era un mes complicado para el campo. Ahora sé de primera mano que también lo es para determinadas personas, puesto que yo me encuentro -no sé si muy a mi pesar o no- dentro de ese complejo grupo al que podríamos denominar como: “Candidatos ideales para hacer, un día cualquiera, más de una tontería”. También recuerdo que habló acerca de los beneficios de utilizar ceniza para el cultivo de plantas.

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Creí -reconozco que con cierta ingenuidad- haber podado de raíz los problemas cuando comencé con este juego pero, lejos de lograrlo, esta afición se ha convertido en una obsesión. Sólo pienso en flores.

Hoy, mientras miro el espejo del salón, ese que lo ha visto todo, hasta lo que nunca debió,  me recreo con ese peculiar sabor agridulce que aún perdura en mi boca mientras rememoro un refrán que dice: “En abril, cortas un cardo y te crecen mil”.

Hace tiempo tú eras mi cardo favorito, querido, pero actualmente ya no gozas de ese privilegio. Ha pasado el tiempo y te has convertido en un adorno más de mi jardín… En uno más.

Después de aquella experiencia juré una y mil veces que no me dejaría abrazar por otras garras como las tuyas. Había sufrido más de lo aconsejable con nuestra relación y no quería más noches de agua ni deseaba más amaneceres de hielo. En principio mi intención era clara y siempre pensé que sabía lo que me convenía, pero a la vista está que no es así, puesto que eché a perder todo cuando dejé mi impoluto pañuelo apoyado en la mesita de noche y abrí la ventana para escuchar los cánticos de los cucos y, de paso,  para permitirle al sol que me sonriese  de  nuevo. En aquel momento el cielo estaba despejado y algo en mí me arrastró a conocer otras malas hierbas que acabarían empujándome, una vez más, a poner en funcionamiento la chimenea de mi hogar.

Al acabar contigo – tú, mi particular farsante de invierno, ése que durante las frías noches me proporcionó unas veces sosiego y la mayor parte de ellas zozobra- supuse que se habrían calmado tanto mi alocada mente como mi revoltoso corazón, pero nada más lejos de la realidad. Después de aquello, año tras año, estación tras estación, razón y alma se alían para suplicarme que eche más carne al fuego y yo, siempre que la ocasión lo permite, me esfuerzo por complacerles. Es cierto que tú fuiste el primero y por eso me gustaría sentirte como a alguien especial y distinto pero, tremendo error, tan sólo fuiste el que abrió el camino a esta mi nueva afición, tan sólo eso.

Ya no necesito a nadie y, sin embargo, os tengo a todos junto a mí, siempre a mis pies. Cada vez tengo más claro que, de vez en cuando, es necesario perder la razón para ser feliz.

Ahora estoy tranquila y me relaja ver cómo vosotros, mis amantes – unos narcisos que resultasteis ser cardos-, os habéis convertido en cenizas hasta transformaros en forzados nutrientes para mis flores y plantas. Únicamente hay algo que, sin llegar a provocarme el vómito, me incomoda, y no es otra cosa que el olor que desprenden vuestros pestilentes cuerpos cuando arden… Pero, bueno, entiendo que sea el canon que hay que pagar para disfrutar de mi precioso jardín.

                                                                                                *************************************************

Voy a dejar de contemplar mi sonrisa en el espejo, que se hace tarde y tengo que poner en funcionamiento la chimenea de nuevo.

Hoy toca ser feliz.

Cambiazo (por Sirvenza)

Posted in - Fotos origen de los relatos, Colaboraciones, Especial Lamedores, fotoretorelato Lamedor, Literatura, Relato Libre, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on martes, 9 \09\+02:00 abril \09\+02:00 2013 by Administrador

Suturo mientras rezo mis plegarias a la Candelaria, pero esta vez es más especial. Es un encargo del mismísimo gobierno. He de hacerlo mejor que nunca. El recipiente está sellado, me dirijo a toda velocidad al hospital, me molesta llevar escolta a mi lado. Me distraen, me espera el mismísimo cirujano en la puerta. Como siempre subo a la capilla del hospital donde permanezco hasta el final de la intervención. Sólo cobro si sobrevive a la cirugía, el resto no es asunto mío.
Todo ha salido como esperaba. Me dirijo a cobrar mis servicios. ¿Cómo que el país me lo agradecerá? Abandono la sala, la escolta me saluda. Me espera una larga noche de mezcal y peyote, pero he de encargar el pan de los muertos para la familia de mi víctima y ganarme la recompensa que le toca por darme parte de ella.

Han pasado dos años, en todo este tiempo he cambiado mi apariencia, he refinado mis modales, perdido mi acento, mis contactos narcos me han ayudado en todo esto y tendrán beneficios. En la distancia soy un nuevo rico mexicano afincado en L.A.
Todo es ficticio pero doy el pego, no queda rasgo de mi pasado en mi nuevo yo, pero todo tiene un porqué.
Se acerca la noche deseada, soy uno de los invitados más esperados entre barbies de silicona y políticos corruptos y demás escoria. Creía que sería más complicado pero siempre se arregla sobornando al servicio. Ahí está el puto gringo, disfrutando del corazón de la dulce bailarina que yo mismo le conseguí. Le sigo el juego, mis carcajadas resuenan por encima de las demás por sus comentarios misóginos, estoy relamiendo sus entrañas mientras asiento a sus palabras vacías.
Se apagará la luz un instante para los fuegos artificiales, será entonces cuando meteré las cascabel en su estancia. Sus ojos vacíos miran la estela de la pirotecnia, ahora son niños, por un momento hasta parecen humanos, tengo prisa.
Me despido cortésmente con la excusa de un familiar que ha enfermado, subo a la habitación, quiero tener decorada la escena.
Que gusto recuperar el sabor del tequila mientras preparo una coartada perfecta. Las plumas de gallina que escondía bajo la camisa, pintadas con carbón de la barbacoa, la sangre la usara luego. Cuando se la exprima a mi moroso cliente. sire Oigo por fin como despide al último de sus invitados. Su ramera no subirá esta noche. No debió aceptar una copa con laxantes de mi mano.
Le espero sereno bebiendo, tras la puerta. Siente mi cuchillo en su garganta y le doy la vuelta para que me mire a los ojos. Le arranco la camisa de un tirón, busco el bisturí en mi bolsillo y corte preciso en el pecho. No ha notado nada. Le arranco el corazón tan rápido que no es capaz de lanzar el menor susurro. Cae tendido al suelo. Envuelvo con delicadeza el órgano que nunca debí sustraer y preparo el intercambio.
Suturo, limpio y esta vez no rezaré, decoro las paredes con frases de santería, no pienso dejar pistas. Una última parada antes de cruzar la frontera que me distancia de mi tierra. Visito el despacho de mi paisano, aquel que me encargo el trabajo. ¿Por el bien de mi patria? Tenía razón, por el bien de mi patria morirá esta noche.
Me presento ante él, pero no silencioso como un cazador, agresivo y directo a su yugular, la sangre brota formando una cascada y entre espasmos se apaga. Reviento la caja fuerte, dinero negro pero sabe a gloria.
Tras cruzar la frontera me siento libre, en paz. En la primera gasolinera compro mezcal para volver a sentirme yo mismo. No puedo dejar de pensar en el forense cuando abra y se encuentre las crías de cascabel donde un día hubo un corazón, las carcajadas ensordecen el ruido del motor y piso a fondo hasta mi próximo destino.
La noche es calurosa y el cementerio está lleno, día de los muertos, se apartan tras mi paso. Llego a su tumba donde su madre está rezando, le entrego lo que le quité y una saca llena de dólares, me escupe a la cara y asiente. Regreso al coche, enciendo un cigarro, busco una cantina. Estoy de nuevo en casa.

COMO UN ARBUSTO

Posted in - Fotos origen de los relatos, fotoretorelato Lamedor, Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre Lindastar, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , , on miércoles, 3 \03\+02:00 abril \03\+02:00 2013 by lindasta07

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¿Fuerte y robusto, yo? En teoría iba a serlo, en la práctica jamás lo conseguiré.

Mi mente está tan destrozada como mi cuerpo. No sé si esto tiene arreglo, creo que no.

Cada vez la distancia entre nosotros es menor y solo me consuela pensar que por fin los conoceré. Me emociona pensar en ese abrazo fraternal, en ese imposible cruce de miradas, en esa ansiada a la par que compleja charla… Tantas veces he escuchado hablar de ellos y he visto sus caritas en fotos que tengo la certeza de que sabré quienes son; además mi olfato siempre ha sido excelente y aún lo conservo intacto.

Quiero llorar, quiero gritar, desearía hacer mil cosas, pero no puedo hacer nada. ¿Porqué ahora todo es tan difícil?

Comienzo a resignarme.

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Es cierto que, hasta que me dejaron, llegué a ser buen mozo. Esa ha sido mi desgracia y lo que finalmente ha arruinado mi vida.

Cuando nací era poca cosa y las mujeres de mi familia pusieron tanto empeño en sobrealimentarme que crecí aún más a lo ancho que a lo alto. Aquel excesivo interés por convertirme en el chavalote que nunca debí de llegar a ser lo llevé con más pena que gloria pero, tal vez por mi carácter débil, jamás osé revelarme ante lo que todos creían -quiero pensar que con buena intención- que era lo mejor para mí.

Tía Rosalyn, una fémina tremenda en todos los aspectos a la que considerábamos una más en casa, era un ser tan oscuro como la noche que se dedicaba a asuntos de santería. Sin duda ella era la que más atención y empeño prestaba a mi alimentación. Recuerdo una vez en la que mientras me preparaba una de esas cenas pantagruélicas que olían a mil demonios, y que estaba compuesta por sus habituales guisos a base de “vísceras de animales fuertes y robustos, como lo serás tú, mi Panchito”, dijo que era preferible ser un armario de tres cuerpos al que todos respetasen a ser un tipo enclenque e insignificante en el que nadie se fijase. Toda la familia reía sus ocurrencias y en aquella ocasión lo hicieron también.

Pasaron los años, menos de los que me hubiesen gustado disfrutar, y mis complejos y yo crecimos a la par.

Hoy, al verme en el lamentable estado en el que me encuentro, sin algún órgano vital y salvajemente mutilado, es a ella a la que más culpo. Nunca me gustó. Sin embargo, para mi desgracia, yo he resultado demasiado apetecible para alguien de su oscuro entorno.

Soy un pesado fardo al que han desmoronado que intenta desesperadamente cerrar esos ojos que ya no tiene y que lucha por gritar su dolor sin conseguir emitir un solo sonido mientras espera ese momento, presumiblemente próximo y se supone que liberador, en el que decir adiós a estos momentos de sufrimiento.

Mamá, si me fuese posible hablar, te preguntaría: ¿Por cuánto tiempo seguirás confiando el cuidado de tus hijos a tía Rosalyn? ¿Cuántos tendremos que irnos precipitadamente para que te des cuenta de sus insanas intenciones?…También te diría algo más: Te quiero. Llevo tus raíces.

MI CORTESANA

Posted in Literatura, Los relatos más relamidos, Relato, Relato Libre, Relato Libre Lindastar, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on martes, 12 \12\+02:00 marzo \12\+02:00 2013 by lindasta07

Al parecer mi nombre completo es José Manuel Expósito Nardués.

Atiendo a la voz de Manu porque es así como me llaman las pocas personas que me conocen -supongo que lo hacen por abreviar y por facilitar un poco las cosas- y, también, porque a mí me gusta. Sin embargo he de reconocer que jamás he tenido una certeza absoluta de que mi identidad sea la que me hicieron creer las Hermanas durante los dieciocho años que malviví con ellas y con una veintena de personitas a las que acabé cogiendo relativo cariño, quizás porque estaban tan desamparadas e indefensas como yo. Con el paso del tiempo, tras darnos información a cuentagotas y después de mucho preguntar, supimos que a cada uno de nosotros, alguien, un día cualquiera, nos abandonó a las puertas de aquel triste edificio con el propósito de aligerar sus vidas. Eso fue todo lo que nos dijeron las monjas a los preguntones. Nuestros orígenes continúan siendo una incógnita que, con toda seguridad, no se despejará jamás; aunque, curiosamente, más de la mitad de nosotros tengamos como primer apellido Expósito –hoy entiendo el por qué-, y la inmensa mayoría llevemos como apellido materno el nombre de algún pueblo; lo que ya supone una pista, al menos en teoría.

Así de sencillo. Así de complejo.

Tras los muros de aquel convento los niños intentábamos sobrevivir como podíamos pero, aunque jugásemos a soñar e hiciésemos mucho ruido, siempre acabábamos en brazos de una realidad tremendamente silenciosa llamada soledad. A pesar de que lo procuré con idéntico empeño que mis compañeros, allí no conseguí ser feliz. Nunca. El ambiente que se respiraba entre aquellas cuatro paredes, tan ajadas como nuestros corazones, estaba lleno de reproches. El mal flotaba en el aire y, por obra y gracia de esas Hermanas que más que casadas con Dios lo estaban con el mismísimo demonio, el pecado siempre acababa posándose en nuestras aún inocentes cabezas. A pesar de los años que han pasado, continúan  doliéndome las yemas de los dedos, y todavía más las heridas sin cicatrizar que han quedado en mi alma, cuando pienso en los abundantes y desproporcionados castigos con los que nos obsequiaban cada vez que hacíamos alguna trastada que ellas consideraban impropia.

Recuerdo con absoluta nitidez el terrible momento en el que una Hermana aprovechó uno de mis habituales interrogatorios para restregarme sin ningún tacto ni compasión, teniendo en cuenta que yo rondaría por aquel entonces los ocho o nueve años, que estaba con ellas porque mi madre era una mujer fácil a la que estorbé en su día.

 –“ Es una puta”- fueron las palabras textuales que empleó la hiriente Sor Bernadette. – ¿Crees que si de verdad te hubiese querido y hubiese sido como tenía que ser estarías aquí?¡Piensa un poco, Manu, por favor, que ya tienes edad para hacerlo!-

Aquella noche, otra más, no pude dormir. Lloré hasta el amanecer. Amargamente. En silencio.

Fueron años llenos de todo tipo de carencias. Años tristes.

Para ser justos, hoy, a mis mal llevados cuarenta y dos años, y haciendo un repaso mental de esa etapa de mi vida, quiero pensar que hicieron todo aquello con la mejor de las intenciones y con la sana intención de “hacernos hombres de provecho”, como repetía insistentemente Sor Jesús, la única Hermana que evitaba darnos cachetes y collejas.

Fumete (3)

Llevo veinticuatro años viviendo fuera del convento, sin dar explicaciones a nadie, a mi aire, y puedo decir que me siento libre, aunque siga abrazado a  mi compañera soledad y a demasiados paquetes de tabaco, mis únicas compañías desde hace demasiado tiempo. Ya no lloro -si acaso lo hacen mis pulmones- y evito los recuerdos a pesar de que, aún sin desearlo, conserve más de un reproche en el bolsillo de mi sucia americana junto a un mechero que, de poder hacerlo, todo lo quemaría.

Un kebab, varias granjas, algunos canguros

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          Y UNA VIDA POR EXPRIMIR

«Una novela que invita a soltar lastre y evolucionar; a cortar con la falta de ilusiones, tan presente en nuestros días. Busca tu plaza en el coche de Pau y Mar, disfruta de la música que suena por los altavoces, y conviértete en testigo mudo de esta aventura que ocurre en el lado opuesto del mundo, sabiendo que el mayor viaje se hace por dentro de uno mismo.»

ENTREVISTA A SU AUTOR: JAIME BARROSO.

Quedamos con Jaime Barroso para tomar unas «mirindas virtuales», escuchar un poco de música, y charlar un rato.

– Jaime, te invito.

– Hola!
Gracias por esta entrevista.

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Este viaje dura menos de diez minutos. Comenzamos…

– El típico tópico atribuido a José Marti dice:
«Un hombre, para ser completo, ha de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.»
De donde nace la idea la explicas en tu autobiografía, permanecer más de diez meses…pero….de donde nace necesidad de escribir un libro, este libro? Te despiertas un día y…¿por qué contar, por qué compartir?

– Lo cierto es que todo surge de una necesidad práctica, como un mecanismo de promoción de un negocio que iniciaba hace un par de años. Gracias a ello, me di cuenta de lo que necesitaba escribir y de la cantidad de cosas que me hace sentir. Me ha servido para descubrir una pasión que tenía por ahí escondida.

– Una vez puestas las ideas en orden y llevadas a «papel» (todos sabemos que Internet killed the Paper Star) . ¿Cómo se enfrenta un autor novel al mundo de las editoriales? «manuscrito» en mano, y…»

– Y a distribuirlo allí por donde crees que puede encajar. Como comento en algún momento, mi impaciencia junto con la lentitud y desidia de las editoriales me lleva a desechar rápidamente esa opción y decantarme por hacerlo todo yo mismo. También vi la manera de buscar ser un caso de éxito que pudiese inspirar a más gente que se enfrenta a esa problemática con las editoriales al tratar de publicar una primera novela.
A día de hoy tenemos por suerte muchas herramenientas para poder hacerlo. Pero sobre todo una, la imaginación.

-Una de las cosas que más nos han llamado la atención es eso de ponerle una banda sonora a un libro….para nosotros cada vida tiene mil historias, cada historia se escribe en letras, cada letra tiene su propia música y, finalmente, letra y música configuran cada momento, cada sensación, cada instante de piel en una , cualquier, historia, en una vida…todo en una canción…¿Se podría haber concebido tu libro sin banda sonora?

– Sí, la novela tiene sentido sin banda sonora. El hilo musical lo que hace es sumar a la historia. La música nos aporta sensaciones que potencian las emociones. Creo que se debería extender el uso de bandas sonoras a los libros, al igual que existen en películas desde hace mucho tiempo.

– Teniendo en cuenta que ahora todo se mueve a través de la net ¿No hubiese sido más sencillo sacar una edición digital del libro? ¿Crees que aún la gente está dispuesta a pasar páginas mientras se agarran a la barra del metro, del autobús, o se sientan cómodamente en el sofá? ¿ Cuales crees que son las ventajas, si es que crees que tiene alguna, del soporte físico?

– Más sencillo seguro, pero no he buscado la sencillez en este proyecto. De hecho me he complicado hasta límites insospechados. Eso no quiere decir que no vaya a salir una edición digital del libro, de hecho es inminente, pero al ser mi primer libro, si no hubiese existido edición física que palpar, tocar, páginas que pasar, hubiese sido como quedarme a medias.
Si que hay gente que seguirá tirando del libro físico (yo mismo no tengo e-reader por el momento). ¿Ventajas? Más que ventajas se trata de preferencias, es normal que haya gente que no se sienta a gusto leyendo de una pantalla, por muy cómodo que sea. Lo importante es ofrecer todos los soportes, idiomas, formatos que sean posibles para que cada uno elija el que más le apetezca.

– Pau y Mar van de la mano.. ¿Van de la mano Pau y Jaime? Fantasía y realidad se entremezclan, …y no quiero saber hasta donde ni hasta cuando, pero ¿El recurso de la tercera persona, algo muy recurrente en muchos escritores…autocrítica o autoayuda…una forma de verte frente al espejo?

– Creo que todo autor cuando plasma algo en un papel, está dejando algo (poco o mucho) de si mismo en él. En cada personaje, en cada anécdota, … Este caso no es una excepción. Y creo que tiene un poco de todo, mirarse en un espejo y analizar lo que se ve. Seguramente sea de las maneras más efectivas y sinceras de hacerlo. Se podría decir que es un libro de autoayuda, pero de autoayuda solo para mí (risas).

– Sin querer robar más de tu tiempo

Una canción: Black – Pearl Jam
Tu libro de cabecera: Trilogía de Nueva York – Paul Auster
Una película:  El Padrino – Francis Ford Coppola
Lo que no cambiarías por nada:  Mi familia
Lo que venderías al diablo:  Mi libro
Lo que le comprarías:  Su perseverancia
Lo que nunca te han preguntado en relación a tu libro y te gustaría decir: Pues que por el momento la mejor manera de hablar de mi libro es dejando que lo hagan los propios lectores, que son transparentes y son objetivos. Y estoy encantado con lo que están recibiendo de su lectura. Extremadamente orgulloso. Nunca lo hubiera imaginado.

– Ahora …¿Me permites ponerle banda sonora a esta conversación? (No podré hacerlo hasta que respondas)

Por supuesto. Hay que poner banda sonora a la vida. A todo.

-Pues aquí la tienes :

– Y, por último, de la mano de Sôber…

– La guinda de la novela. Un lujazo.

Un auténtico  lujazo ha sido para  nosotros  que nos hayas dedicado unos minutos de tu tiempo.  Muchísimas gracias,  Jaime. Un verdadero placer.  Te deseamos lo mejor en esta aventura literaria y esperamos tenerte pronto por aquí contándonos nuevos viajes, nuevos  proyectos.

Jaime Barroso estará presentando «Un Kebab, varias granjas, algunos canguros y una vida por exprimir» en Madrid en la Sala We Rock el día 12 de Abril.

Su libro podéis conseguirlo aquí
una vida

Los secretos del amor (por Paloma Hidalgo)

Posted in Colaboraciones, Relato, Relato Libre, Relatos, Relatos Breves with tags , , , , , , , , , , , , , on lunes, 25 \25\+02:00 febrero \25\+02:00 2013 by Administrador

No pudo trabajar ni la mitad de horas que la noche anterior, pero decidió llegar a casa a la misma hora. Sin hacer ruido, como siempre, se desvistió y se acostó junto a su mujer. La abrazó. Besó la piel perfumada de sus hombros; acarició su nuca, su pelo, escaso todavía, y no le dijo nada de lo que estaba sucediendo en la fábrica. Ella se despertó al sentir el contacto de su cuerpo frío; disfrutó de las porciones de amor de cada beso, cada caricia y abrazándole, optó no ponerle al corriente de los resultados de la última analítica.