LA PARTIDA

Las sombras del atardecer caían sobre el viejo callejón.

TOLEDO 28 DE NOVIEMBRE DE 1492

– ¡Padre! ¡padre!, ¿Dónde está?, todo lo que nos podíamos llevar ya está en el carro, Miriam y los niños ya están dispuestos, solo falta usted.

La voz potente de Isaac Leví resonaba en los muros del interior de la casa.

Pero el destinatario de aquella llamada permaneció ajeno a las voces, ni un solo músculo de su cara o su cuerpo se movió, aquel anciano de nariz aguileña, tan propia de su raza, seguía inmutable, su cabello y su larga barba blanca le daba un aspecto de dignidad, sus profundos ojos oscuros mostraban una gran fortaleza que sus muchos años no había mermado, tan solo su curvada espalda daba muestras del gran peso que le atenazaba desde hacía algunos meses.

Samuel Leví recordaba esa reunión mantenida hacía ya seis meses en casa del Rabino, a la que asistieron todos los prohombres de la Judería para informarles sobre el último edicto real. El Rabino simplemente les confirmó a todos lo que ya sabían, como siempre el eco del pueblo ya se había adelantado a las notificaciones oficiales y la noticia había corrido por todo y cada uno de los oscuros rincones del barrio judío de la ciudad, desde aquel fatídico 31 de marzo cuando se firmó aquel maldito papel la suerte estaba echada. Los judíos serían expulsados de Castilla, únicamente aquellos que renegaran de su religión y se bautizarán en la fe cristiana, la auténtica, podrían quedarse en este reino.

Samuel miraba por última vez aquella habitación, sus manos se aferraban a los barrotes de aquella cama con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos como la nieve, aquella cama donde tantas generaciones de su familia habían venido al mundo, su abuelo, su padre, él mismo, su hijo Isaac y sus dos pequeños nietos, que ahora se apretujaban en el carro junto a su madre.

¿Con que derecho aquella reina enajenada y su corte de frailes fanáticos se creían con capacidad para decidir quien era de esa tierra?, tras tantas generaciones viviendo allí ¿no era él tan castellano como cualquier cristiano?.

El no era un judío ortodoxo como algunos de sus conocidos que aún aspiraban a regresar a su Tierra Prometida, su tierra era Castilla, ese callejón y su vieja casa eran su mundo.

¿Cómo habían llegado a esa situación?, aún recordaba las historias que su abuelo les contaba esas tardes de invierno al calor del fogón de la cocina, cuando les narraba que hacía mucho tiempo, en la época de sus antepasados un rey castellano al que llamaban El Sabio hizo de Toledo y de todos sus habitantes sin distinción de razas ni de religión uno de los núcleos culturales más florecientes de Europa.

Muchos de sus amigos, incluso su propio hijo trataron de convencerlo, se podía bautizar pero luego en privado en la oscuridad de sus casas podían seguir practicando su religión, muchos lo harían así para no perder todas sus pertenencias, pero Samuel se negó, su problema no era religioso, es más en su larga trayectoria como médico y tras traer al mundo muchos niños cristianos, musulmanes o judíos ya no hacía distinción ninguna, todos éramos iguales al nacer, estaba convencido que las religiones, todas, eran una pesada lacra que nos alejaba de la verdad, y que esa verdad no tenía nada que ver con lo que predicaba ninguna de las tres religiones que conocía.

Lo que Samuel no podía tolerar era la imposición el que alguien le dictase lo que debía hacer, y sobre todo el arrastrar esa gran losa y soportar que siempre le mirasen como a un extraño en su propia tierra, algo de lo que hasta ese momento no tuvo conciencia y eso no lo iba a borrar ningún chorro de agua en su cabeza, él que no era un judío ortodoxo, tampoco sería un judío converso siempre bajo el ojo acusador de sus vecinos, él no tenía nada que demostrar ni nada que ocultar.

Al fin por aquellos recovecos de su mente le llegó la voz de su hijo, y Samuel soltó la mano que tenía tan fuertemente aferrada al barrote de la cama y bajó perezosamente las escaleras. Al llegar a la calle y antes de dejar que su hijo le ayudase a subir al carro recogió algo del suelo.

– Padre ¿para que quiere esa piedra?.

– Hijo esta piedra será el único vínculo que me va a unir esta tierra, la que siempre ha sido mía y ahora me arrebatan, no volveré a pisar este lugar por eso necesito tener algo que me recuerde quien soy y de donde vengo.

TOLEDO 28 DE NOVIEMBRE 2008

Un grupo de turistas norteamericanos revoloteaban ruidosamente por la recepción de uno de los hoteles céntricos de la ciudad, todos estaban alterados, como todos cuando vamos a iniciar una nueva etapa en una ruta, estaban esperando el autocar que les llevaría a su siguiente punto de destino Córdoba. Una mujer rubia y menuda preguntó.

– ¿Sabéis donde se ha metido Jack?, hace rato que no lo veo.

– No Alice -la contestó un chico pelirrojo y con pecas- ya sabes como es Jack en Santiago de Compostela, en Burgos y en todas las ciudades donde hemos hecho escala ha hecho lo mismo, le encanta perderse por las ciudades hasta el último momento jajaja, es un viajero nato pero, tranquila que llegará a tiempo, siempre llega.

Un hombre joven paseaba por la zona del Tránsito lo que en otra época se conocía como Judería, las sombras del atardecer hacían su aparición y la noche pronto caería en aquellos estrechos callejones.

Al girar a la izquierda tropezó con otro callejón aún más estrecho y que conocía bien, las casas sin duda habían sido restauradas, pero seguían conservando el estilo y el saber de los siglos, gracias a que esta ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad aún existían rincones como aquel. Lo único que faltaba era el portón de madera donde ahora lucía un escaparate moderno sobre el que destacaba un rótulo luminoso que anunciaba «SOUVENIRS SEFARAD».

Jacob o Jack como le conocían sus compañeros de viaje apretó fuertemente una pequeña piedra que llevaba en su mano y algo se desató en su interior, algo que llevaba mucho tiempo oprimiéndole, calló de rodillas y comenzó a llorar como jamás lo había hecho, ni tan siquiera el día de su partida ya tan lejano, ese era el final de su viaje, había regresado a casa, ese era su hogar, un letrero a la entrada del callejón le daba nombre «Callejón de Samuel Leví»

FIN

5 respuestas to “LA PARTIDA”

  1. Hola

    Ya te dije que me gustó mucho tu estilo, eres una escritora pofesioná!
    Y la história es muy bonita.

    Felicidades.

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